¿Y si Puigdemont es solo una distracción para poder prender la mecha?

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El presidente catalán, Carles Puigdemont, sigue barajando las cartas pero mañana, 10-O, pondrá una sobre la mesa. La de la declaración unilateral de independencia (DUI), como efecto de los resultados del referéndum ilegal del 1-O, es pedir a gritos la reacción constitucional más dura, la aplicación del artículo 155, una medida que en este escenario llegaría, además, consensuada entre Partido Popular, Ciudadanos y PSOE. En estas circunstancias, el relato independentista encontraría poca comprensión en Europa y Bruselas no tendría más remedio que volver a posicionarse al lado del «orden constitucional», quebrantado por la decisión unilateral de ‘Cataluña’ de consumar la ruptura.

La desconexión de España, no obstante, puede oficializarse también de una forma no tan clara: Puigdemont pone sobre la mesa una carta, pero boca abajo, y sin explicitar una declaración unilateral de independencia en su discurso. ¿Una secesión a plazos, de aplicación en diferido? Los focos se apagan y con la oscuridad desaparece la carta y se prende la mecha.

En la calle, el acto institucional es convertido por los separatistas en una declaración de independencia, que es celebrada con una movilización máxima en unas jornadas en las que los secesionistas se esforzarán en fabricar más símbolos con el objetivo vender al mundo la independencia de Cataluña.

Sin el ‘cuerpo del delito’, la aplicación del 155 se complica —el consenso político también—, y Puigdemont se protege ante posibles actuaciones judiciales contra él que, no cabe duda, usará en beneficio del independentismo, al igual que hará la maquinaria propagandística en favor de la secesión. Y Bruselas, de darse este escenario, tampoco podría tirar fácilmente de las orejas a los gobernantes catalanes secesionistas, ya que la estrategia les permitiría esconderse tras las movilizaciones ‘espontáneas’.

A menos de 24 horas para la farsa, Puigdemont parece estar decidido a oficializar la desconexión, ya sea como protagonista directo, o bien con un papel centrado únicamente en ofrecer la distracción necesaria para poder encender la mecha de la ruptura de una forma que permita a los independentistas capitalizar a su favor el ‘cuanto peor mejor’.

El riesgo es grande, porque Puigdemont y los suyos han demostrado su talento para el mundo del espectáculo, y como diría el famoso ilusionista argentino René Lavand, «la única misión del artista es convencer al mundo de la verdad de su propia mentira«.