«Nos dijeron en la escuela que hiciéramos pancartas contra la nuclear e hicimos todos los chavales de todos los cursos pancartas«, asegura un niño de la clase «quinto A», que, a continuación, explica que quiere decir con su dibujo: «Que nos van a destruir nuestra flora y fauna«. Tras la intervención del crío, aparece un primer plano de su dibujo, que ha titulado: ¿Qué pasará con nuestra flora y fauna? ¿Cómo venderemos nuestros productos contaminados?
El párrafo anterior recoge la transcripción que protagoniza un niño, a partir del 17:43, en el audiovisual publicado en Youtube, con más de 5.000 visualizaciones, sobre las multitudinarias protestas que tienen lugar en Las Arribes contra la instalación en Aldeadávila de un laboratorio experimental de residuos radioactivos.
«El simple anuncio de que se iba a estudiar la impermeabilidad del granito a la radiactividad llevó a las gentes de las comarcas de Ledesma y Vitigudino a responder bravamente«, destaca el periodista Luis Díez en «El primer mártir del cementerio nuclear«, un título en homenaje al socialista Luis Calvo Rengel, vicepresidente segundo de la Diputación de Salamanca, retenido durante unas 30 horas en el Consistorio de Aldeadávila, pese a que, de forma paradójica, «acudía a comunicar la oposición de su partido al proyecto». Sin embargo, fue retenido por los vecinos de Aldeadávila y la comarca como «medida de presión» contra el proyecto del laboratorio experimental de residuos radioactivos impulsado por la Empresa Nacional de Residuos (Enresa).
Se habló también del proyecto como «Instalación Piloto Experimental Subterránea (IPES)» pero también hubo intervenciones, como, entre otras, la que realizó Juan José Melero (PSOE), presidente entonces de La Salina, para que la población no vinculara el proyecto ni con un almacén ni cementerio nuclear u otro tipo de instalación similar, en un intento para tranquilizar a los vecinos, a los que explicó que en realidad se trataba de una iniciativa sin riesgos para las personas o el medio ambiente, una especie de investigación para comprobar los efectos de los residuos radioactivos sobre el granito.
No obstante, el rechazo de los campesinos «fue inmediato. La energía nuclear, recuerda Calvo, era percibida como una maldición, la ruina para la ganadería de la zona«. Así, apenas 20 días después de que se extendiera por la zona el rumor, casi una treintena de ayuntamientos del Oeste salmantino lideraban una campaña de movilización, en la que también buscaron el apoyo de Portugal, contra el laboratorio con la firma de un documento exigiendo la declaración como «zona no nuclear«. Además, las administraciones locales señalaron su rechazo a conceder licencias para este tipo de instalaciones. Tampoco permitirían la circulación de vehículos con productos radiactivos. «Nunca en Salamanca había surgido un movimiento de estas características, al que se han sumado numerosas asociaciones ciudadanas. Desde grupos culturales o de la tercera edad, hasta cooperativas vinícolas de la zona están constituyendo comités locales antinucleares. Estos sectores son los más radicales y los que, sin paliativos, llaman al proyecto cementerio nuclear», termina su artículo María del Mar Rosell.
Alfonso Guerra, el vicepresidente del Gobierno, comandado por Felipe González, también fue otra de las personas que insistieron en la falta de peligro del proyecto, respaldado también por el Ejecutivo a través del Ministerio de Industria y Energía, capitaneado por Luis Carlos Croissier, nombrado por Felipe González en 1986.
De esta forma, el secuestro del diputado provincial socialista Luis Calvo Rengel fue utilizado por el grupo de los vecinos responsables para presionar a las «altas instancias del Gobierno«, en un suceso que cumple ahora 30 años, ya que tuvo lugar en la noche del jueves 2 de abril de 1987, cuando el exvicepresidente de la Diputación de Salamanca visitaba el Consistorio de Aldeadávila para entregar a su regidor, Julián Mata (PSOE) «un escrito de apoyo a las reivindicaciones antinucleares de la zona».
Tras hacer «bandera electoral de su oposición al proyecto«, José María Aznar obtuvo para Alianza Popular la presidencia autonómica de Castilla y León, en una victoria que aprovechó eficazmente una muy reducida distancia en votos sobre el PSOE.
Las masivas protestas vecinales contra el laboratorio, que, incluso, llegaron a congregar a cerca de 20.000 personas, se sucedieron al mismo tiempo que se registraban otros sucesos que también fueron noticia, como, entre otros, el encadenamiento simbólico del regidor de Yecla de Yeltes a la puerta del Juzgado de Vitigudino por 300 vecinos de la localidad a los que luego se unieron cerca de 2.000 habitantes de la comarca. «El pueblo, unido, jamás será vencido» y «Queremos vida y no muerte escondida«, fueron algunos de los lemas que corearon los manifestantes, unos lemas que fueron recogidos también por las numerosas pancartas que se exhibieron en las multitudinarias protestas, que además, también incluyeron las siguientes inscripciones: «Naturaleza, sí. Nuclear, no. No queremos ser basurero de Europa y estar con el miedo en la boca. Queremos paz y alegría. No llanto y muerte escondida» «Somos pobres pero no queremos nada de nadie. Fuera nuclear«.
El 16 de octubre de 1987, el Consejo de Ministros se encargaba de oficializar la renuncia del Gobierno de Felipe González a construir el laboratorio de residuos nucleares de alta actividad en Aldeadávila, un acuerdo que fue celebrado en el Oeste salmantino a lo grande, según informó en EL PAÍS la periodista María del Mar Rosell: «Se festejó con profusión de petardos, cohetes, campanas al vuelo y champaña«.